viernes, 16 de julio de 2021

La educación social en Simón Rodríguez. RAFAEL ACOSTA SANABRIA



ANALES de la Universidad Metropolitana

La educación social en Simón Rodríguez


La educación social en Simón Rodríguez

RAFAEL ACOSTA SANABRIA

rfacosta@unimet.edu.ve

Universidad Metropolitana


Resumen

Los escritos de Simón Rodríguez contienen abundantes referencias a la necesidad de impartir una adecuada educación social a los ciudadanos americanos. El presente trabajo tiene como finalidad sistematizar el pensamiento del Maestro venezolano en esta dimensión educativa indispensable para alcanzar el pleno desarrollo de las personas y de la sociedad. Consideramos que los planteamientos realizados por Rodríguez constituyen, a pesar de los años transcurridos, una aportación muy valiosa para la tarea de formación del ciudadano venezolano del siglo XXI. La sistematización de las ideas sociales de Rodríguez tiene su fundamentación en la consideración de la persona humana como un ser social por naturaleza; ello requiere desarrollar un proceso de socialización que facilite la inserción de cada ciudadano en la comunidad, en este caso, la formación de los ciudadanos de las repúblicas nacientes producto del proceso emancipador americano. Para lograrlo, Rodríguez propone alternativas y estrategias pedagógicas que tienen como requisito inicial la necesidad de superar la ignorancia social que, según él, es la causa principal de las desigualdades existentes en las naciones independizadas del imperio español. La presente investigación pretende adentrarse en el pensamiento de Simón Rodríguez, acudiendo a los textos que expresan su pensamiento y analizar los contenidos específicos de la educación social.

Palabras clave: Simón Rodríguez, educación social, sociabilidad, educación popular.

Abstract

Simon Rodriguez’s writings contain many references to the need to provide adequate social education to American citizens. This paper aims to systematize the thought of the Venezuelan teacher in this vital educational dimension to achieve full development of individuals and society. We believe that the proposals made by Rodriguez, despite the years, provided valuable input to the training of Venezuelan citizens of the XXI century. The systematization of Rodríguez’s social ideas has its merits in considering the individual as a social being by nature, this requires developing a socialization process that facilitates the insertion of each citizen in the community, in this case, the formation of citizens from emerging republics product of American emancipation process.To do so, Rodriguez proposes alternatives and pedagogical strategies that have as prerequisite the need to overcome social ignorance, which he said is the main cause of inequalities in the nations that became independent from the Spanish Empire. This research aims to venture into the thinking of Simon Rodriguez going to the texts that express their thoughts and discuss the specificcontent of social education.

Key words: Simon Rodriguez, social education, sociability, popular education.

Introducción

Desde 1999, el gobierno de Hugo Chávez ha venido reformulando la política educativa venezolana, estableciendo como marco referencial y conceptual de la misma el ideario bolivariano y robinsoniano y la doctrina del humanismo social. Consideramos necesario especificar con claridad cuál es el contenido de esas referencias, específicamente en relación al pensamiento social de Simón Rodríguez (1771-1854). La presente investigación pretende aportar algunas ideas que sirvan para el debate filosófico y pedagógico que se requiere para delimitar conceptualmente la educación venezolana.

En los escritos de Simón Rodríguez 3 encontramos abundantes alusiones a la necesidad de impartir una adecuada educación social a los ciudadanos. De un modo particular, centramos nuestro análisis en aquellas obras en las que desarrolla de una manera sistemática su pensamiento pedagógico social: Reflexiones sobre el estado actual de la escuela (1794), Sociedades Americanas (1828), El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social (1830), Luces y virtudes sociales (1834), Extracto sucinto de la obra Educación Republicana (1849), y Consejos de un amigo, dados al Colegio de Latacunga (1850), aunque no dejaremos de hacer referencia a otros escritos cuando sea necesario.

Nuestra finalidad en esta investigación, es por tanto, sistematizar el pensamiento del maestro del Libertador en relación a la educación social, dimensión educativa que a todas luces resulta indispensable para alcanzar el pleno desarrollo de las personas y de la sociedad. Consideramos que los planteamientos realizados por el pensador venezolano constituyen, a pesar de los años transcurridos, una aportación muy valiosa.

La sistematización de las ideas sociales de Rodríguez tiene su fundamentación en la consideración de la persona humana como un ser social por naturaleza; esta premisa obliga a desarrollar un proceso de socialización que facilite la inserción de cada ciudadano en la comunidad, en este caso, la formación de los ciudadanos de las repúblicas nacientes producto del proceso emancipador americano. A grandes rasgos podemos afirmar que la socialización es el proceso a través del cual una persona adquiere e interioriza la cultura de una sociedad. Esto significa que para que exista verdadera socialización, los valores predominantes de esa cultura no sólo deben aprenderse sino también aceptarse. La socialización, así entendida, es aquel proceso mediante el cual cada persona aprende e interioriza los valores sociales del grupo al que pertenece.

Para lograrlo, Rodríguez propone alternativas y estrategias pedagógicas que tienen como requisito inicial la necesidad de superar la ignorancia social, que según su opinión, es la causa principal de las desigualdades existentes en las naciones independizadas del imperio español.

3 En esta investigación utilizaremos los textos de la reedición facsímil de las Obras completas de Simón Rodríguez realizada por la Presidencia de la República en el año 1999. Siguiendo el modo de proceder de Pedro Grases (1978), en las citas de Simón Rodríguez hemos reformado la ortografía para facilitar su lectura actual.

Necesidad y finalidad de la educación social

El ser humano es un ser social por naturaleza; así lo entiende Simón Rodríguez, siguiendo la ya larga tradición de filósofos que tienen su punto de partida en Aristóteles, quien definió al ser humano como un animal político y/o social.

En los últimos párrafos del libro Sociedades Americanas, Rodríguez hizo varias propuestas concretas en relación a la colonización y la educación popular de las nacientes repúblicas; tiene especial interés resaltar las tres primeras:

1) Que el ser humano, como todo viviente, tiene un derecho que adquiere con la existencia, para ocupar un lugar en la tierra y para defenderlo y conservarlo por los medios que su instinto le dicte;

2) que el hombre se distingue porque posee dos sentimientos: uno de compasión, porque conoce que los demás seres padecen como él y otro de predilección por sus semejantes, porque conoce que, en su compañía, padece menos y es más feliz que estando solo;

3) que el hombre en el trato con sus semejantes perfecciona sus sentimientos, uniendo la compasión y la predilección en un solo sentimiento que llama humanidad, que se convierte en un deber; llama a la unión con sus semejantes sociedad; a los actos de humanidad virtudes sociales; a los puntos de reunión ciudades, y de la ciudad deriva un nombre que comprende todas las pruebas de sociabilidad que un pueblo da en su conducta, este nombre es civilización (SA: 409).

Para Rodríguez, la sociedad significa unión íntima; la república significa conveniencia general; y general significa lo que conviene a todos; porconsiguiente, Sociedad Republicana es la que se compone de hombres íntimamente unidos, por un común sentir de lo que conviene a todos, viendo cada uno en lo que hace por conveniencia propia, una parte de la conveniencia general (1999: 381-382).

En la base de la doctrina social de Rodríguez se encuentra la idea de formar las nuevas repúblicas americanas. El concepto de república “es la más simple expresión a que el estudio del hombre ha reducido todas las relaciones sociales” (1999: 180). Explica que los seres humanos se unen por intereses particulares y muchas veces esos intereses son contrapuestos, cuestión que origina desavenencias, conflictos y guerras. Por ello hay que lograr que todos los ciudadanos piensen en el bien común y que este bien común es la República (1999: 181). De ahí que se requiere una especial educación para superar la tendencia individualista del ser humano, porque sin conocimientos el hombre no supera la esfera de los animales y sin conocimientos sociales es esclavo de la ignorancia (Ibíd.).

Como señala Altuve:

Tal como presenta sus ideas, puede afirmarse que aspira a la promoción de un mundo donde exista una igualdad entre los hombres y una estrecha vinculación entre ellos; libertad para que los pueblos puedan expresar, sin temor, su sentir y conducir su destino en función del modo de pensar de todos sus pobladores y no de un individuo o de una minoría; en fin, un mundo cuyo futuro esté regido por el Bien General, y por esto debe entenderse la felicidad de todos los hombres (1975: 71-72).

Por tanto, la educación social es necesaria. Para explicar esta idea, Simón Rodríguez parte de un razonamiento simple:

Los animales se juntan donde hay pasto, agua y abrigo, pero no se entreayudan para comer, beber ni abrigarse. Los hombres se juntan y se entreayudan; pero entreayudarse para adquirir cosas, no es fin social. Entreayudarse para proporcionarse medios de adquirir, no es fin social tampoco. Proyectos de riqueza, de preponderancia, de sabiduría, de engrandecimiento, cualquiera los forma y los propone; pero no son proyectos sociales. Ilustración, civilización, son palabras vagas si no se determinan las ideas que esperan con ellas (…) (1999: 227-228).

¿Por qué debe el ser humano vivir en sociedad? Rodríguez señala que: “Los hombres no están en sociedad para decirse que tienen necesidades, ni para aconsejarse que busquen cómo remediarlas, ni para exhortarse a tener paciencia; sino para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos, porque no satisfacerlos es padecer” (1999: 324).

Este texto expresa la necesidad que tiene el ser humano de unirse a los demás en la búsqueda de la felicidad y del bienestar, entendido éste como la satisfacción de todas las necesidades humanas, es decir el bien común. El Maestro coincide con el pensamiento de J. Bentham (1748- 1832)4, autor contemporáneo suyo, quien intervino en actividades educativas en Sudamérica por iniciativa de Bolívar5 y uno de los máximos representantes del utilitarismo6.


4 Bentham formuló como primera ley de la Ética el llamado “Principio de interés“, según el cual el hombre actúa siempre movido por sus propios intereses, que se manifiestan en la búsqueda del placer y en la huida del dolor. Promover el placer, el bien o la felicidad es la misma cosa y es la meta de toda actuación humana. Pero la búsqueda del placer y la evitación del dolor, establecidos como norma individual, pueden entrar en continuas colisiones de egoísmos particulares. Por esta razón, y para evitarlo, considera necesario que esa norma rija en toda la sociedad: así aparece el “principio de la felicidad”, equivalente al principio de interés: es necesario asegurar la mayor cantidad posible de felicidad para el mayor número posible de individuos. Esta idea está implícitamente considerada en todos los escritos de Rodríguez.

5 Véase Rumazo González, A. El pensamiento educador de Simón Rodríguez, pp. 69-70.

6 El utilitarismo tiene su origen en Inglaterra en los siglos XVIII y XIX, bajo la influencia de la Ilustración. Esta doctrina concibe la felicidad como bienestar o satisfacción de necesidades; es la aplicación del espíritu liberal que anima la primera revolución industrial, basado en el convencimiento burgués de que la producción de bienes útiles, al mismo tiempo que mejora sus ganancias y logra su prosperidad, proporciona bienestar a los demás, mejora su nivel de vida.


Rodríguez insistirá que la mayor desgracia del ser humano, en la vida social, es no tener, con sus semejantes, un común sentir de lo que conviene a todos (1999: 365). Es decir, lo peor que puede soportar una sociedad es que sus miembros ignoren o no practiquen la solidaridad, la unión, la cooperación, la ayuda mutua, etcétera. Además, Rodríguez consideraba que el desarrollo de las nuevas sociedades americanas exigía tomar conciencia de la necesidad de educar con sentido social:

En otro tiempo podían quedarse millones de hombres, en absoluta ignorancia de las cosas públicas, podían no saber lo que era moral, y vivir hasta cierto punto bien, podían no entender de economía y comerciar, gobernar sus negocios y los ajenos, y hasta llegar a ser ministros de Indias sin cometer yerros de cuenta, las consecuencias no podían ser fatales. En el día, es menester saber un poco más de todo esto e ir adelantando en medios, como se adelanta en obligaciones: estos medios son los conocimientos sociales (cosa en que no se ha debido pensar hasta aquí) que todos han de tener; por consiguiente, los gobiernos deben proporcionar generalmente los medios de adquirirlos y pensar mucho en los modos de dar esos medios (1999: 108-109).

El camino para desarrollar las nuevas repúblicas no es otro que la educación, de un modo particular, la educación social, porque si pretendemos crear la República debemos emplear medios que nos lleven a velar por el bien de todos (1999: 34). La educación social, por tanto, debe favorecer que los ciudadanos conozcan los principios normativos para vivir en sociedad y en República.

Para Simón Rodríguez, la creación de la América como nación era una realidad, no una utopía; si se logra que todos los ciudadanos conozcan sus obligaciones y sean conscientes y tengan interés en cumplir sus deberes, todos vivirán de común acuerdo porque obrarán por principios.

Para él no era un sueño ni un delirio, sino una auténtica filosofía de vida; no era una pura imaginación, una utopía como la que desarrolló Tomás Moro, sino una realidad, y esa realidad será la América unida (1999: 131).

Para Rodríguez, la ignorancia, como ya lo había expresado con claridad el filósofo griego Sócrates, es la causa principal de la esclavitud de las personas, porque el conocimiento (la ciencia, la sabiduría) hace posible la libertad humana: la libertad humana se logra si se supera la ignorancia (1999: 290). El único camino para superarla es la educación, porque con ella se libera de la esclavitud (1999: 291).

Cuando la ignorancia se refiere a los principios sociales, es trágica, porque imposibilita a los ciudadanos conocer su realidad y progresar individual y colectivamente; por ello, Rodríguez no duda al afirmar que la ignorancia en lo social (de los principios sociales) es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros (1999: 229). De estas consideraciones, el Maestro deduce la importancia de enseñar al pueblo:

El estado actual de las ideas sociales (sobre todo en América) sería la ocasión más oportuna para aprender esta verdad, si no fuese tan conocida. Permítase aclarar la idea, en una breve digresión. Este libro no es para ostentar ciencia con los sabios, sino para instruir a la parte del pueblo que quiere aprender y no tiene quien la enseñe, a la que necesita saber que, entre los conocimientos que el hombre puede adquirir, hay uno que le es de estricta obligación, el de sus semejantes: por consiguiente, que la Sociedad debe ocupar el primer lugar en el orden de sus atenciones y por cierto tiempo ser el único sujeto de su estudio (1999: 114-115).

La convicción del maestro es absoluta: no habrá jamás verdadera sociedad, sin educación (1999: 383). A esto se le añade que si una sociedad necesita, para su óptimo desarrollo, de instituciones que la fortalezcan, es imprescindible que todos los ciudadanos tengan conciencia de ello, porque las instituciones sociales no se sostienen solamente por las decisiones políticas, sino por el conocimiento general de sus fundamentos y de su estructura y por el convencimiento de su utilidad que ellos tengan (1999: 340). Por tanto: “Ya no les es permitido optar entre la ignorancia y las luces, entre la servidumbre y la libertad. Han de entender bien lo que es civilización y hacer uso de su libertad para perfeccionar sus instituciones. Han de conocer la sociedad para saber vivir en ella: en breves términos, han de saber y han de ser libres” (1999: 176-177).

Una de las condiciones para vivir en verdadera democracia es que todos los ciudadanos participen activamente en la toma de decisiones, especialmente en el nivel político. ¿Cómo podemos lograr este objetivo si no se les enseña? Rodríguez responderá que educando a los ciudadanos, tendremos ciudadanos activos (1999: 230), porque el fundamento del sistema republicano está en la opinión del pueblo, y ésta sólo se alcanza instruyéndolo (1999: 342).

Para desarrollar la República es necesario persuadir a todos de la necesidad de obrar para alcanzar el bien común (1999, 34). Por esta razón, Rodríguez insistió con fuerza que hasta que los gobernantes no emprendan la obra de la educación social, no alcanzarán el pleno desarrollo de la República (1999: 284).

La educación social es necesaria, además, porque: 

No es menester decir que los hombres viven juntos, porque en ninguna parte se les ve aislados. En cuanto a sus relaciones, unas les son forzosas, como las de la familia, y otras son ocasionales como las que contrae por negocios. Todos saben esto, sin estudiarlo; pero están muy lejos de creer que su sociedad no es más que un conjunto por agregación. Carecen de la idea fundamental de la asociación, que es “pensar cada uno en todos, para que todos piensen en él”. Los hombres sin esta idea, viven en pequeños grupos o en grandes, haciéndose una guerra simulada, bajo el nombre de convivencia (1999: 228).

La asociatividad, la confianza, la cooperación, la ayuda mutua y la referencia a los valores sociales –elementos clave de lo que hoy se entiende por capital social– forman parte del contenido principal de la educación social; para Simón Rodríguez, los seres humanos no están en este mundo para destruirse sino para ayudarse entre sí (1999: 326).

Todo ser humano necesita de la sociedad y de sus semejantes que la conforman para hacer realidad su socialización y, de un modo particular, para tomar conciencia de lo que significa ser ciudadano de una nación; ello requiere un proceso de formación integral que incluya los conocimientos necesarios: “Piénsese en las cualidades que constituye la sociabilidad, y se verá que los hombres deben prepararse al goce de la ciudadanía, con cuatro especies de conocimiento: instrucción social, para hacer una nación prudente; corporal, para hacerla fuerte; técnica, para hacerla experta; científica, para hacerla pensadora” (1999: 129-130). Pero la sociabilidad se aprende por medio de la educación, por tanto, el objeto de la instrucción es la sociabilidad, y el de la sociabilidad es hacer menos penosa la vida (1999: 13).

Además, la educación social es necesaria porque es un deber del ser humano responsabilizarse del colectivo (1999: 283). Y para lograr que todos los integrantes de una nación hagan realidad ese principio, quienes tienen la misión de educar deben promover una educación social adecuada y completa; quienes ejercen la función educativa deben tener una única preocupación: formar a los ciudadanos (1999: 283). Y reafirma lo anterior cuando insiste en que lo único que puede hacer la sociedad a favor de los que quieran hacerse aptos, es poner a la disposición de todos la instrucción, porque, insiste una vez más, no habrá jamás verdadera sociedad, sin educación social (1999: 230).

Sin embargo, el maestro advierte que la actitud –que él considera frecuente en los malos gobernantes– de mantener a sus súbditos en la ignorancia es nefasta, porque aunque ella les reporta beneficios en el ejercicio de su función, favorece que los ciudadanos sean incapaces de exigir sus derechos y de participar activamente (protagónicamente decimos hoy) en los asuntos públicos, cuestión que les corresponde por derecho propio, y de esa manera pueden ellos, los gobernantes, imponer sus decisiones sin reclamo alguno:

No se necesita gran talento para dejar de enseñar lo que no conviene que otro sepa (y en este no conviene cabe engaño). Los pueblos pueden engañarse también (y vemos que se engañan) creyendo que no les conviene aprender lo que no se les enseña: y esto lo creen, porque gentes de poco talento, o de ninguno, les han dicho (por encargo de otros) que el conocimiento de la sociedad pertenece a los que la dirigen, no a los que la componen; que haciendo lo que se les manda sin preguntar por qué, han llenado su deber; que Dios no los ha llamado a mandar sino a obedecer; que el hacer la menor observación sobre el Gobierno, es, en el fuero interno, un pecado, y en el externo un crimen horrendo, imperdonable; que el soberano debe mandar castigar, al instante, so pena de encargar su conciencia. ¿Es ignorancia ésta o no? ¿Pueden los pueblos engañarse en lo que les conviene o no? Con una razón tan extenuada, ¿podrán prometerse una larga vida social? (1999: 123).

Rodríguez no duda al afirmar que si no se educa al ser humano como es debido, se comete un delito contra la humanidad, porque el privar a un hombre de los conocimientos que necesita para entenderse con sus semejantes es un acto de inhumanidad, puesto que, sin ellos, su existencia es precaria y su vida, miserable. La educación es tan necesaria para el espíritu, como lo es la comida para el cuerpo; y la educación la necesitan todos los seres humanos independientemente de sus cualidades y aptitudes, porque así como no se mantiene a un hombre muerto de hambre, porque no tenga ganas de comer, tampoco se le ha de rechazar manteniéndolo en la ignorancia porque sea de poco alcance. Concluye, afirmando, sin pestañear, que cuanto mayor sea el número de ciudadanos excluidos de la educación, mayor será el número de actos de inhumanidad de una nación (1999: 325).

La escuela como agente de educación social

Aunque para Simón Rodríguez el ámbito más adecuado para desarrollar la educación social es la escuela, no deja de señalar que corresponde a la familia realizar la educación social en la primera fase de la vida humana, porque los padres son maestros natos de cuanto el hombre debe saber para vivir en sociedad (1999: 225). Los padres tienen el deber de educar a sus hijos; y deben colaborar con los maestros, con mucha atención y agradecimiento, en lo que se refiere a la educación formal (1999: 207).

La función de la escuela es de suma importancia, porque su influencia abarca todas las dimensiones humanas: física, intelectual, sentimental, moral y social (1999: 243). Para Simón Rodríguez la escuela es el instrumento idóneo para impartir educación social y para lograr la igualdad y/ o equidad social de los ciudadanos, por su mayor alcance y porque, en gran medida, suple las carencias de la familia, especialmente de la familia popular: “La primera escuela es un suplente de la potestad paterna, en las funciones de instruir y educar: porque es imposible que todos los padres sean instruidos, que sepan y quieran enseñar, y que tengan tiempo y lo necesario para enseñar” (1999: 16).

Pero no hay que olvidar que, así como el Estado tiene la obligación de enseñar –de proporcionar educación a todos los ciudadanos sin excepción–, así mismo, los ciudadanos tienen la obligación de aprender; esto significa que la educación no sólo es un derecho (y una obligación del Estado de impartirla), sino también un deber (1999: 121). La función de enseñar a todos los ciudadanos corresponde principalmente al Estado, que debe señalar la política educativa general, cuya finalidad ha de ser la conservación y desarrollo de la República y de la sociedad en su totalidad.

La construcción de la República ha de comenzar por los cimientos, no por el techo; y los niños son las piedras que componen ese cimiento. Desde la más tierna infancia, se debe educar socialmente al ser humano (1999: 32). Por esta razón, la escuela se transforma en el agente principal de la educación social.

Coincidimos con Uslar Pietri, cuando afirma que:

Simón Rodríguez se anticipó al problema de que era necesario utilizar la escuela para crear la sociedad. Él no pensaba que se cambiaba la sociedad con una revolución; con un hecho de violencia armada; él había presenciado el más grande que ha conocido América Laestablece un nexo muy estrecho entre la escuela y la sociedad porque para él la escuela no era sino una manera de enseñar sociabilidad, es decir, enseñar a las gentes a vivir en sociedad, a vivir en un mundo moderno, a valerse por sí mismos, a ser útiles a otros, a realizarse ellos y realizar el país, a no vivir segregados en compartimientos estancos (1981a: 229-230).tina, que era la Independencia, y lo decía: “La Independencia está declarada pero no está fundamentada. Lo que hacemos es una tregua”, decía él. “Ahora tenemos que hacer pueblo, porque si no tenemos pueblo no tenemos independencia. Y no tenemos República. Vamos a hacer los republicanos, vamos a formar los ciudadanos de un país en crecimiento, vamos a convertirlos en la gente capaz de realizar esa República, en la escuela”. Eso se dice ahora, pero en 1828 no lo decía nadie. Luego establece un nexo muy estrecho entre la escuela y la sociedad porque para él la escuela no era sino una manera de enseñar sociabilidad, es decir, enseñar a las gentes a vivir en sociedad, a vivir en un mundo moderno, a valerse por sí mismos, a ser útiles a otros, a realizarse ellos y realizar el país, a no vivir segregados en compartimientos estancos (1981a: 229-230).

La escuela que propone Simón Rodríguez es la Escuela Social, y se refiere a lo que hoy llamamos Escuela Primaria (1999: 16); se adelantó, de este modo, a las propuestas de los grandes sociólogos del siglo XIX, replanteando la misión de la escuela, como escuela de lo social. Como explica Rumazo González:

En la escuela social ya no se le toma a la docencia solamente en el sentido de instruir y enseñar, otorgar conocimientos, aprendizaje de un oficio, abrir las rutas intelectuales. Importa ir más lejos; Rodríguez no se detiene nunca. Se quiere hacer del hombre un ente social desde el principio. Hay que impedir la presencia del hombre aislado, requiérese reorientar el individualismo que forjó la Revolución Francesa y dar vigencia a la fijación de la persona en el medio, integrándolo a él (…) La Escuela Social viene a constituir una complementación, una consecuencia, un perfeccionamiento interno de los Institutos-Taller; una suerte de médula nutricia, para que no haya hombres en aislamiento, solitarios, quizás anárquicos (1977: 59).

En este sentido, la opinión del Maestro Rodríguez es rotunda: Instruir no es educar, ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación aunque instruyendo se eduque. En prueba de que con acumular conocimientos, extraños al arte de vivir, nada se ha hecho para formar la conducta social –véanse los muchísimos sabios mal criados, que pueblan el país de las ciencias–. Un filólogo puede hablar de la estrategia con propiedad, y no ser, por eso, un soldado. Tampoco son medios de generalizar ni pueden suplir por ellos los continuos actos de publicación que se hacen enseñando en Escuelas, Colegios y Universidades, ni los de divulgación que se hacen por la prensa; lo que es general sin excepción no es verdaderamente público y lo que no es público no es social” (1999: 104).

Para alcanzar este objetivo en los tiempos de Rodríguez, la escuela debía renovarse y superar el enfoque tradicional –nos referimos a la escuela del siglo XVIII y XIX–, para lograr el cambio que las nacientes repúblicas requerían para desarrollarse con independencia, porque, para Simón Rodríguez la educación tal como estaba planteada en su época formaba vasallos, esclavos y transmitía prejuicios y mentiras. Era consciente de que la educación republicana tenía que ser distinta para formar republicanos, educar ciudadanos con capacidad de razonar y de ejercer la libertad, capaces de participar activamente en lo social y en lo político. Rodríguez tenía la convicción de que la República no se podía construir sólo en los campos de batalla, sino principalmente en la escuela; pero una escuela nueva y completamente distinta de la heredada por el Imperio Español (Uslar Pietri, 1981b: 145).

Consideramos que Simón Rodríguez, en su proyecto educativo, no supone a la escuela ni ocasional, ni aislada. La quiere instrumento generalizador de aptitudes tan variadas como necesiten de ella los desempeños útiles de la sociedad, en su nueva condición republicana; es decir, aptitudes que inicien un arte de vivir y concurran a fundar civilización social con la participación de todos (Cúneo, 1980: 25).

Como parte fundamental de la enseñanza que debe proporcionarse en la escuela, Rodríguez establece que la instrucción general debe estar orientada a proporcionar el conocimiento de las obligaciones que contrae el ser humano por el mero hecho de nacer en medio de una sociedad (1999: 131). Cabe señalar que el Maestro identifica la instrucción general con la educación popular (1999: 136). En este sentido, establecerá los objetivos de cada nivel de la enseñanza: de la Escuela Primaria, las reglas de conducta en general; de la Maestranza, poner en práctica esas enseñanzas; y del Colegio, hacer ver que en toda ocupación, en toda empresa, ha de regir la idea de la sociabilidad (1999: 51). Como conclusión lógica, una de las funciones principales del maestro en la escuela debe ser enseñar los preceptos sociales aprovechando todas las ocasiones que se le presenten (1999:8).

Sin embargo, para ello se requiere que los gobernantes estén convencidos de la importancia de la escuela; los gobiernos, sea cual fuere su denominación, deben ver en la escuela primaria el fundamento del saber y la palanca principal con que han de elevar a los pueblos al grado de civilización que se requiere (1999: 13).

La escuela primaria debe generalizarse, a ella deben acudir todos los ciudadanos de la nueva República; esto implica que los gobiernos deben asumir, como tarea propia, la responsabilidad de proporcionar educación para todos; adelantándose a la doctrina que se desarrollará formalmente en el siglo XX, la doctrina del Estado docente afirmará que el Estado debe ejercer función educativa generalizando la instrucción; de esa manera la sociedad progresará, como progresan todas las sociedades que desarrollan adecuadamente la educación. Más aún, este es un precepto político de primer orden, consecuencia de la acción de los ciudadanos cuando eligen a sus representantes y gobernantes. El elegido tiene la obligación de hacer realidad la educación de todos los que forman parte del Estado (1999: 120).

Pero los gobernantes no deben perder el tiempo en discusiones estériles, porque su acción prioritaria debe ser persuadir y convencer a los ciudadanos no instruidos que deben educarse, porque no se puede vivir en la República sin saber lo que es sociedad, y no se puede participar activamente y producir bienes sin tener conocimientos previos; que cuando se sabe hacer una cosa, y conviene hacerla, se debe; y que eso se llama obligación. Cuando el ciudadano es consciente de sus obligaciones, porque está educado, entonces el Estado puede exigirle que las cumpla (1999: 120-121). La conclusión, para Rodríguez, es obvia: Proporcionar la instrucción a todos desde la infancia; entonces habrá luces y virtudes sociales (1999: 30).

Se requiere, por tanto que los gobernantes tomen conciencia de esta responsabilidad: “Si los Gobiernos llegaran a persuadirse de que el primer deber que les impone su misión, es el de cuidar que no haya, en sus Estados un solo individuo que ignore sus derechos y deberes sociales, habrían dado un gran paso en la carrera de la civilización que abre el siglo presente” (1999: 30). E incluso, si es necesario, deben los gobiernos imponerse para que todos los ciudadanos acudan a la escuela social: “Si los padres de la actual generación americana quieren que sus hijos les hagan honor en la carrera social, envíenlos a la escuela republicana desde temprano, y por fuerza. Así lo hacen para estudios menos importantes, y nose creen déspotas” (1999: 286).

La educación social exige un rechazo contundente a cualquier personalismo político, porque en el sistema republicano la educación social exige el consenso: “las costumbres que forma una educación social producen una autoridad pública, no una autoridad personal; una autoridad sostenida por la voluntad de todos, no la voluntad de uno solo convertida en Autoridad” (1999: 383).

Además, Rodríguez enfatiza que el fin de las naciones no puede estar sujeto al modo de pensar de un hombre ni de muchos, sino al de los más. El interés social es un compuesto de muchos intereses (económicos, morales, civiles y políticos) (1999: 362). Esta advertencia no deja de tener actualidad en las sociedades democráticas de hoy, en las que la opinión de las mayorías no es suficiente para alcanzar el bien de todos; se requiere tener en cuenta, además, los intereses de las minorías, que también forman parte de la sociedad.

Rodríguez propone, en definitiva, formar un tipo de ciudadano capaz de adaptarse al estilo de vida republicano y que ha de caracterizarse por tener la tendencia a “vivir socialmente, por cuanto no nace para estar solo sino en vinculación estrecha con sus semejantes; la de ser dirigido y dirigir; la de luchar no sólo para satisfacer sus necesidades sino las de todos” (Altuve, 1975: 72).

Conclusión: contenidos específicos de la educación social

En sus escritos, Simón Rodríguez no desarrolla un programa sistemático de educación social; sin embargo, de su lectura se pueden deducir algunos contenidos o temas prioritarios para las nacientes repúblicas:

1) La educación social debe favorecer en los ciudadanos de la República una auténtica conciencia social: “El hombre que piensa, procede en todo según su conciencia, y el que no piensa… imita. No habrá, pues, armonía social, donde no haya principios que reglen la conciencia pública” (1999: 284).

2) La educación social debe promover la unión social: “La sociedad se forma por una tendencia a la unión, y se deforma por una tendencia contraria” (1999: 340). Además, “En el cuerpo social, los hombres, que son la materia, deben tener las mismas ideas de su estado: ésta será su densidad; deben estar dispuestos, por una educación uniforme, a asociarse sin violencia, y a conspirar a un solo fin: ésta será su proporción; deben convenir en sus empresas para obrar de acuerdo: éstas serán sus dimensiones; deben estar unidos por interés común, y de tal modo dependientes unos de otros, que del bien o del mal que experimente uno solo, se resientan los demás por repercusión = esto probará que hay ligazón” (1999: 343).

3) La educación social debe promover la asociatividad: “Si los americanos quieren que la revolución política que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos: de ellos pasará a los talleres, y diariamente notarán mejoras que nunca conseguirán empezando por las ciudades. Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de aconsejarse para proceder” (1999: 241).

4) La educación social debe plasmarse en la convivencia social: “Las miras de la sociedad deben ser: 1ª) que los hombres vivan juntos para evitar males y preocuparse goces; 2ª) que puedan impedir los choques interiores y oponerse a los exteriores; 3ª) que dure siempre en el mismo estado, aunque aumente o disminuya el número de individuos. Esta es la República” (1999: 343-344). Por tanto, “Todo miembro de una sociedad está obligado a ver por ella, porque en ella se ve a sí mismo; y es eminentemente sociable el que, en cada uno de sus semejantes ve un Hermano, y su Patria donde se halla, porque no puede estar en todas partes” (1999: 392).

5) La educación social debe favorecer la toma de conciencia de los deberes y derechos de los ciudadanos: Es un deber de todo ciudadano educado contribuir con sus conocimientos a fundar y sostener el Estado (1999: 261). En concreto, Rodríguez menciona algunos deberes: abstenerse de mencionar colores y ascendencias en el mérito o demérito de las personas; no apreciar ni despreciar a nadie por el lugar de su nacimiento, ni por su profesión política, ni por su creencia religiosa; tener una decente ocupación para subsistir; interesarse por el bien general. Rodríguez establece que todo ciudadano tiene deberes: 1) hacia sí mismo, 2) hacia aquellas personas o animales con quienes tenga relaciones, y 3) hacia todos aquellos con quienes pueda tenerlas, sea en el país donde vive, sea en los países vecinos, sea en los distantes:

En una palabra, sepa que todo hombre tiene derecho a sus atenciones siempre y a sus servicios cuando lo necesite, y será igual (de hombre a hombre) con el mejor: y si cada uno hace lo mismo, lo que ahora se llama populacho, será igual (de pueblo a pueblo) con el que más haya distinguido, desde que se conocen naciones en sociedad (1999: 291).

Hay que fomentar el derecho que tienen los más necesitados a ser escuchados y a participar activamente en la búsqueda de soluciones de los problemas que les aquejan (1999: 314). Existen tres derechos que deben ser respetados de un modo particular: el derecho a la vida, el derecho a la propiedad y el derecho a la buena reputación; y más concretamente, el derecho a alimentarse, a vestirse, a alojarse, a curarse y a distraerse (1999: 377-378).

6) La educación social debe facilitar el ejercicio de las virtudes sociales: “Acostúmbrese al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido, consecuente, generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a cumplir con lo que promete; y déjese las habilidades a su cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven” (1999: 8-9); a esto se añade que: “Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que llamamos hábitos” (1999: 229).

7) La educación social debe hacer posible la crítica social, indispensable para el progreso de la sociedad: “En la Sociedad Republicana no es permitido decir no me toca hablar de las cosas públicas, ni preguntar a otro qué injerencia tiene en ellas, porque todo lo bueno que hay en sociedad se debe a la crítica, o mejor dicho, la sociedad existe por la crítica. Criterio es lo mismo que discernimiento; criticar es juzgar con rectitud; crisis es el caso o el momento de juzgar con acierto o el juicio decisivo; no se tome crítica por mordacidad ni censura por detracción” (1999: 140).

Referencias


Obras de Simón Rodríguez:

RODRÍGUEZ, S. (1954-1958). Escritos de Simón Rodríguez. 3 volúmenes.

Caracas: Imprenta Nacional.

RODRÍGUEZ, S. (1999). Obras completas. Reedición facsímil. 2 Vols. Caracas:

Ediciones de la Presidencia de la República.

Obras consultadas:

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ALTUVE Z., M. (1975). Simón Rodríguez. Ideas educativas. Caracas (s/e).

ÁLVAREZ, M. (1977). Simón Rodríguez tal cual fue. Caracas: Universidad Experimental

Simón Rodríguez.

COVA, J.A. (1954). Don Simón Rodríguez. Maestro y filósofo revolucionario. Caracas: Jaime Villegas, editor.

CÚNEO, D. (1980). Aproximación a Simón Rodríguez. Introducción a la recopilación de algunos escritos de Simón Rodríguez titulado: Inventamos o erramos. Caracas: Monte Ávila Editores.

GARCÍA BACCA, J.D. (1978). Simón Rodríguez. Pensador para América. Caracas: Ediciones Presidencia de la República.

JORGE, C.H. (2000). Educación y revolución en Simón Rodríguez. Caracas: Monte Ávila Editores.

PICÓN SALAS, M. (1990). Simón Rodríguez. Caracas: Grijalbo.

ROJAS, A. (1980). Ideas educativas de Simón Bolívar. Caracas: Lisbona.

RUMAZO GONZÁLES, A. (1976). Simón Rodríguez. Maestro de América. Caracas: Universidad Simón Rodríguez.

RUMAZO GONZÁLES, A. (1977). El pensamiento educador de Simón Rodríguez. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.

RUMAZO GONZÁLES, A. (1980). Ideario educativo de Simón Rodríguez. Caracas: Ediciones Centauro 80.

USLAR PIETRI, A. (1981a). Educar para Venezuela. Caracas: C.A. La Seguridad.

USLAR PIETRI, A. (1981b). La isla de Robinson. Caracas: Seix Barral.




ANTECEDENTES DE LA PROPUESTA DE EDUCACIÓN POPULAR DE DON SIMÓN RODRÍGUEZ. Osvaldo Granda Paz Universidad de Nariño

 

RESUMEN

En este artículo se abordan globalmente los antecedentes, el contexto y la aparición de la primera gran propuesta educativa americana dirigida al sector popular, realizada por el educador venezolano Simón
Rodríguez, quien en varias épocas insistió en este tipo de educación, poniéndola en práctica en las escuelas que abrió en diferentes países, y cuyos alcances ilustró mediante varios textos, especialmente Consejos de amigo dados al Colejio de Latacunga y Extracto sucinto de mi obra
sobre la educación republicana.
Se hace un rápido recorrido de la situación de la educación primaria en La Nueva Granada y se destacan algunos planes surgidos después de la expulsión de los jesuitas en Santa Fe, Quito y Caracas, propuestos respectivamente por Francisco Moreno y Escandón, José Pérez Calama, Eugenio Santa Cruz y Espejo, y Simón Rodríguez. Asimismo, se enuncia la influencia que debió producir la obra de Rodríguez Campomanes, para así comprender en qué entorno surgieron las ideas educativas de Simón Rodríguez, desde las mejoras a la educación que en 1794, proyecta para las escuelas caraqueñas por medio de sus Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento, en el cual trasluce ya su fuerza innovadora, aplicada posteriormente en varios de sus proyectos iniciados en Colombia, Bolivia, Chile y Ecuador.
Palabras clave: Simón Rodríguez, Rodríguez de Campomanes, Educación popular en América, Escuelas primeras letras siglo XIX.                                                        Rhec Vol. 14. No. 14, año 2011, pp. 9-29


ANTECEDENTS OF THE POPULAR EDUCATION
PROPOSAL OF Mr. SIMÓN RODRIGUEZ
Osvaldo Granda Paz
University of Nariño
ABSTRACT
This article provides a global view of the context of the antecedents to the apparition of the first great American educational proposal directed at the popular sector as carried out by the Venezuelan educator
Simón Rodriguez. For several epochs Rodriquez insisted that this form of education be put into practice in schools that opened in different countries. The extent of the proposal is illustrated by means of various texts, especially the Counsel of Friends of the School of Latacunga and succinct statements from the author’s own work on republican education.
Included is an annotation of the situation of primary education in New Granada, emphasizing plans that arose after the expulsion of the Jesuits from Santa Fe, Quito and Caracas, as proposed respectively by
Francisco Moreno Escandón, José Pérez Calama, Eugenio Santa Cruz Espejo, and Simón Rodriguez. Likewise, the influence of the work of Rodriguez Campomanes is included for a better understanding of the educational environment in which the ideas of Simón Rodriguez arose. Since improvements to education in 1794, projects of the schools of Caracas reflect on the difficulties of primary schools to achieve reform by the new establishment, which reveals the innovative force of the proposal as subsequently applied to various projects initiated in Colombia, Bolivia, Chile and Equator.
Keywords: Simón Rodriguez, Rodriguez of Campomanes, Popular Education in America, Primary Schools of the 19th century.
Rhec Vol. 14. No. 14, año 2011, pp. 9-29

Antecedentes de la propuesta de educación popular de Don Simón Rodríguez 11


1. Procesos coloniales previos y propuestas
Durante la Colonia, la educación en la Nueva Granada se realizó de dos formas, principalmente: el concertaje y la apertura de pequeños establecimientos escolares por parte de las comunidades religiosas que recibían donativos de los cabildos locales y, desde luego, de algunos pobladores.
A manera de ejemplo, a mediados del siglo XVII, Pasto no contaba con establecimientos dedicados a la enseñanza, pues los dominicos, a quienes se había encargado de hacerlo, no habían cumplido con el cometido a pesar de haber recibido una estancia, el molino de la Panadería y hasta un mes de carnes para que ofrecieran servicios educativos; por ello, en 1667, el Cabildo pastuso, preocupado por la instrucción de los jóvenes, brindó apoyó a los jesuitas y una solicitud suya dirigida a los superiores de esta comunidad obtuvo respuesta del provincial de Quito, quien, el 26 de septiembre de 1672, nombró a fray Antonio Machado como preceptor de Gramática. Por tanto, “los vecinos procuraron la fundación de un Colegio por la Compañía”1.
Pero mientras se ponía en funcionamiento el colegio, cuya construcción demoró varios años, los interesados en que sus hijos recibieran alguna formación recurrían a concertar enseñanza con particulares, firmando escrituras públicas con los preceptores. En una de ellas, por ejemplo, Reginaldo de Valdivia y Aranda se comprometió a enseñar a leer, escribir y gramática, con una cláusula curiosa (ya observada por el historiador Sañudo) en la cual dicho maestro recibía al muchacho “en el dicho su servicio” por cuatro años.
Otro pagaba a Francisco de Collantes cien pesos anuales para que leyere “un curso de artes que ha de ser en dos años y medio a tres”
Una vez que la Compañía abría aquellos colegios, con frecuencia les agregaba escuelas anexas de primeras letras, para ofrecer estudio a los más pobres. Esto hizo que se empezara a ver el adelanto de los criollos en cuanto a formación. Si bien las escuelas eran de carácter público, el número de
estudiantes que las utilizaban era reducido y realmente se trataba de personas pudientes.
En el siglo XVII, en la Nueva Granada existieron muy pocas escuelas de primeras letras, la primera de la cual se tiene información es una anexa al Colegio Mayor de San Bartolomé, fundada en 1687 gracias a una donación de un particular. De la misma manera, con donaciones se habían creado, por parte de los jesuitas, sendas escuelas (con carácter de escuelas pías) anexas a los colegios seminarios de Popayán, Tunja, Cartagena y Pamplona3.
1. SAÑUDO, José Rafael. Apuntes sobre la Historia de Pasto. Pasto: La Nariñesa, T. I, 1939. pp. 52-
117.
2. Ibíd., p. 118.
Rhec Vol. 14. No. 14, año 2011, pp. 9-29
12 Osvaldo Granda Paz.
Debido a los abusos que cometían los maestros particulares y a la falta de organización en su labor, pues “abriendo en sus casas escuelas se dedicaban a escoger algunos muchachos a quienes por sólo su autoridad enseñan lo poco que saben o tal vez aparentan enseñarles…”4, en muchas partes se empezaron a realizar gestiones para abrir escuelas públicas con la aprobación y el apoyo oficial. Por tales circunstancias, hacia 1774 esta necesidad fue acogida por Francisco Moreno y Escandón, quien llevó el problema y su solución ante el Virrey. Pero todavía en 1792, en varias ciudades se nota la rémora de los maestros y se clama por su vigilancia, insistiendo asimismo en el aspecto social: “también se solicita injerencia gubernativa a través de la creación de escuelas públicas o sitios de hospicios para los pobres…”5.
En cuanto a los intereses de los pobladores para llevar a cabo la apertura de instituciones educativas, hay criterios diferentes; sin embargo, parece que en la mayoría de casos se pretendió llevar la escuela a los necesitados, sin distinción de razas. Se presentan ejemplos, como el de Nemocón en 1778, donde se trató de dispensar “al común de este pueblo y sus indios la instrucción y enseñanza en los primeros rudimentos”6. Se puede ver que, la instrucción aplicada a las clases pobres incluyendo a niños indígenas, negros y expósitos, sí fue una preocupación en el ámbito colonial. Precisamente, a una de estas escuelas asistió un niño expósito, llamado Simón Carreño Rodríguez, quien dedicó su vida a la enseñanza. Resulta interesante conocer casos como los referenciados por Guillermo Hernández de Alba, en su obra Documentos para la historia de la educaciónen Colombia (1986), sobre las escuelas de donación creadas para los pobresde origen español, como lo muestran las declaraciones en un Testamentode un vecino de Tunja, hacia 1690:

“He hallado será muy del agrado de Dios nuestro Señor el fundar una
escuela en que se enseñe a leer, escribir y contar a los pobres… por
un religioso de la Compañía de Jesús de esta ciudad… en la cual se
han de enseñar y recibir hasta un numero de doscientos pobres, si los
hubiere… y con condición que en dicha escuela no se pueden recibir
indios, negros, mulatos y zambos, porque mi ánimo deliberado y voluntad
expresa es excluirlos y que sólo se reciban los pobres españoles”7.

3. MARTÍNEZ BOOM, Alberto; CASTRO Jorge O. y NOGUERA Carlos E. Crónica del desarraigo.
Bogotá: Magisterio, 1995. p. 51.
4. MARTÍNEZ BOOM, Alberto. El maestro y la instrucción pública en el Nuevo Reino de Granada.
Bogotá: Universidad Pedagógica, 1981. p. 29.
5. Ibíd., p. 31.
6. Ibíd., p. 35.

Más tarde podremos ver planteado, en la propuesta de don Simón Rodríguez, lo contrario, un tipo de educación dirigido especialmente a los indios, tal como lo consigna en su texto Consejos de amigo dados al Colejio de Latacunga:
“Si Usted desea… como lo creo…
Que mi Trabajo i los Gastos no se pierdan,
Emprenda su Escuela
Con…
INDIOS!!!”8.

No obstante, se dan otros casos menos segregacionistas, como uno de 1687, cuando don Antonio González Casadiego, en Santa Fe, entrega al padre rector del Colegio Seminario de San Bartolomé una buena cantidad de dinero con el fin de que se educara un centenar de niños, “con particularidad,
los niños varones expósitos que se crían en la Casa de Divorcio de esta ciudad… y los demás hijos de vecinos pobres”9.
En esta época, debido a las reformas impulsadas por Carlos III y a causa de la orden de expulsión de los jesuitas, quienes regentaban buena parte de las escuelas y colegios de América, se verá como los establecimientos de enseñanza de primeras letras y, en general, todo el sistema educativo colonial toma tendencia hacia lo público.

Manuel Díaz de Vivar propició la fundación de una escuela en Popayán, hecho ocurrido en 1754; allí, sus albaceas con los réditos recibidos del dinero de una venta de esclavos, pagaron el sueldo del maestro Pedro de Castro; posteriormente fue encargada a los jesuitas, y después de su expulsión, según consta en un memorial de la época, “un escaso número de niños de ínfima clase eran los alumnos de la escuela…”10.

7. HERNÁNDEZ DE ALBA, Guillermo. “Escritura de fundación de una escuela de primeras letras en
la ciudad de Tunja…” En: Documentos para la historia de la educación en Colombia, T. III. Bogotá:
Patronato Colombiano de Artes y Ciencias-Colegio Máximo de las Academias de Colombia, 1976.
pp. 356-360.
8. Simón Rodríguez escribió esta obra a los setenta y cuatro años, en medio de grandes dificultades
y con el ánimo de que no se publicara. Su efusivo llamado a que la Escuela se hiciera funcionar
con indígenas proviene de su experiencia en los proyectos anteriores en las escuelas de Caracas,
Bogotá y los proyectos de Bolivia y Chile. RODRÍGUEZ, Simón. Consejos de amigo dados al Colejio
de Latacunga. Caracas: Imp. Nacional, 1955. p. 140.
9. MARTÍNEZ BOOM, Alberto y SILVA Renán. Dos estudios sobre educación en la Colonia. Bogotá:
Universidad Pedagógica Nacional, 1984. p. 53.
10. OTERO, Jesús María. La escuela de primeras letras y la cultura popular española en Popayán.
Popayán - Época colonial. Popayán: s. ed., 1963. p. 74.

En Cartagena, existió en estos años una escuela de primeras letras a la cual concurrían “indistintamente los hijos de los nobles y esclavos, corrompiéndose aquellos con la mala compañía de estos que carecen de educación”11.
Por la razón antedicha, el Procurador pedía se abran dos escuelas más. Moreno y Escandón, en el año 1778, también solicitó la creación de una escuela para enseñanza de los indios. En 1768 la escuela de Popayán y en 1778 la de Cali, tras la expulsión de los jesuitas, fueron abiertas como escuelas para cualquier clase de gente12.
Igualmente, exaltable es la acción por parte de algunas mujeres que se preocuparon por enseñar a las niñas; entre ellas, se destaca en Santa Fe: Clemencia de Caycedo y Vélez, quien de sus propios fondos costeó la educación “cristiana” a las niñas pobres. En 1765, financió la construcción y solicitó los permisos correspondientes para levantar un colegio y monasterio destinado a las niñas menos favorecidas de la capital, que se convertirían en religiosas, comprometidas, a su vez, con la tarea de enseñar a otras niñas13.
La educación a cargo de religiosas será una pauta que en adelante los gobernantes tendrán muy en cuenta, de modo que en el año 1821 el gobierno expide la Ley 15, mediante la cual ordena el establecimiento de escuelas de niñas en los conventos de religiosas, normativa que seguirá vigente, pero
sin cumplirse a cabalidad, hasta finales del siglo XIX.
En este período algunos intelectuales se ocupan por hacer llegar la “instrucción” a los menos favorecidos. Los personajes más destacados, en el contexto de los países que posteriormente conformarían la Gran Colombia, fueron: Moreno y Escandón en Santa Fe, José Pérez Calama y Eugenio Santa Cruz y Espejo en Quito, y Simón Rodríguez en Caracas, quienes realizaron propuestas para acreditar y organizar el oficio del maestro y, desde luego, intentaron acciones para fomentar las escuelas de primeras letras y colegios; además, señalaron la necesidad de cambios importantes en cuanto a
autores y contenidos académicos que consideraban pertinentes para los
nuevos tiempos.
 2. Proyectos surgidos en la Nueva Granada, Quito y Caracas
En 1768, el fiscal Francisco Moreno y Escandón hizo público su “Proyecto para la erección de universidad pública en el virreinato de la Nueva.

11. MARTÍNEZ BOOM, Dos estudios sobre educación en la Colonia, Op. cit., p. 60.
12. GARCÍA SÁNCHEZ, Bárbara. La educación Colonial en la Nueva Granada: entre lo doméstico y
lo público. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. Tunja. No. 7, 2005; p. 230.
13. HENAO, Jesús María y ARRUBLA, Gerardo. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria.
Bogotá: Camacho Roldán y Tamayo, 1920. p. 212.


Granada…” y en el año 1774 dio a conocer una propuesta denominada “Método provisional de estudios de Santa Fe de Bogotá para los Colegios”; el fiscal propendía por la implantación de una educación de carácter público, especialmente la superior; sin embargo, su gestión influye ampliamente para que también las escuelas de primeras letras fueran atendidas con nuevas medidas de organización en los años subsiguientes, según observaba, algunos maestros abrían en sus casas escuelas, sin poseer licencia ni haber pasado exámenes, y algunos “aparentan enseñarles”. Declara el fiscal el estado de abandono en que mantienen las autoridades la enseñanza dirigida a los niños14, cuestión observable algunas décadas después, pero esta misma situación impulsa a que en algunas localidades surjan otros “planes”, con el
interés de desarrollar la educación en las escuelas de primeras letras; ocurre así, por ejemplo, en Lenguazaque, en 1785 y en Girón en 1789.
En Quito, el obispo José Pérez Calama15, como reacción al Auto de Buen Gobierno del año 1791 impuesto por el Presidente de la Audiencia, publicó un “Plan de Estudios…” y, además, dirigió un extenso oficio al Rey, en el cual desdecía de la educación ofrecida por entonces. José Pérez funge como
uno de los impulsores del pensamiento ilustrado, cuyas ideas se irradian a través de varias obras, algunas de las cuales él mismo había traído a estas tierras, entre las cuales deben destacarse La Industria y educación popular (del ministro Rodríguez de Campomanes), que él señala como básica para la cátedra de Economía Política; Lecciones de Comercio ó bien de la economía civil, más conocida como la Economía Civil, del abate Antonio Genovesa, catedrático de Nápoles16, y exaltaba para,  conocimiento de los lectores, el Mercurio Peruano y el Papel Periódico de Santa Fe17.

14. El texto de Moreno y Escandón “Método provisional e interino de los estudios que han de observar
los colegios de Santafé, por ahora, y hasta tanto que se erige universidad pública o su Majestad
dispone otra cosa”, si bien se dirige a los Estudios Generales y no en particular a las escuelas,
dedica un apartado a las escuelas de primeras letras; ha sido presentado y analizado, en las repercusiones que sobre este punto logra, en el trabajo precedente de Martínez Bonn. MARTÍNEZ
BONN. El maestro y la instrucción pública en el Nuevo Reino de Granada (1767-1809). Bogotá:
UPTC, 1981.
15. Calama nació en La Alberca (España) en 1740, estudió en Salamanca y llegó a Puebla en 1765
donde fue rector del Seminario de San Pablo; allí formó varias generaciones. Regresó a España a
continuar sus estudios, y con el objeto de acrecentar el acervo de la biblioteca creada por Palafox,
adquiere importante bibliografía. Luego, estando en Valladolid de Michoacán, fue designado
obispo de Quito a comienzos de 1789. Su experiencia en la enseñanza, durante los años que vivió
en Puebla y Michoacán, le sirvieron de base para hacer la propuesta de cambio que presentó
en Ecuador. Al parecer creó escuelas o “centros de enseñanza industrial”. (Cf. PÉREZ CALAMA,
Joseph. Escritos y Testimonios. México: UNAM, 1997. p. 16.
16. La edición más divulgada corresponde a GENOVESA, Antonio. Lecciones de Comercio ó bien de
la economía civil, más conocida como la Economía Civil. (Traducción de Victorian de Villaba).
Madrid: Joachin Ibarra, Impresor de Cámara de SM., 1785.
17. FUENTES, J.F. Luces y sombras de la ilustración español. En: Revista de Educación, Núm. Extraordinario, La Educación en la ilustración española, 1988; pp. 51-53.

Por su parte, Eugenio Santa Cruz y Espejo escribió, el 5 de enero de 1792, una carta dirigida a todos los maestros de primeras letras del Reino de Quito, “sobre un modo fácil de conducir a los niños al conocimiento de las verdades más importantes, con documentos justificativos del celo de las dos
muy ilustres cabezas de esta ciudad para que se verifiquen los pensamientos del autor”18, e igualmente escribía, en otros apartes, con preocupación por el oficio de maestro y el destino de los estudios de las primeras letras en América; decía, por ejemplo:

“En algunas naciones de las más cultas los maestros de primeras letras
son los hombres más sabios y más condecorados, porque el mayor
esmero y cuidado se debe poner en el cimiento de la casa. Más en
nuestras dos Españas hasta se ha reputado, y aun se reputa por oficio
vil, el de maestro de primeras letras. Los perdularios y pordioseros
que medio saben hablar, leer y escribir son regularmente los maestros
de escuela”19.

Y recomendaba para la buena fundamentación, entre otros autores, los siguientes: Belarmino, Samaniego, Caraciolo, Fleuri, Palomares, Anduaga, agregando que “no se debe permitir en las escuelas que los niños usen de libro que no sea sólido y brillante en invención, disposición y elocución”20.

En Caracas, en 1794, don Simón Rodríguez presentó un documento que llamó “Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento, en el cual refería la poca estima que se tenía a dicho establecimiento y planteaba la
trascendencia de educar al pueblo. Entre otras cosas, acotaba: “Los artesanos y los labradores es una clase de hombres que debe ser atendida como lo son sus ocupaciones. El interés que tiene en ello el Estado es bien conocido; y por lo mismo excusa de pruebas” ... Y luego insistía: “¿Qué progreso han
de hacer estos hombres, qué emulación han de tener para adelantarse, si advierten el total olvido en que se tiene su instrucción?”21; propone cómo se debe contar con maestros y pasantes bien preparados, planes organizados y un manual, que se debería llamar La nueva construcción, régimen, y
método de las Escuelas, “para tener un principio seguro en que fundarse, y una noticia ordenada de las materias que deban tratarse. Escribiendose a continuación todos los descubrimientos, progresos, y limitaciones que se vayan haciendo…”22, señalaba, al mismo tiempo, aspectos sobre los exámenes
y aprobación de maestros, pensiones de los alumnos, el mobiliario y el edificio, así como horarios de asistencia, con su debida organización en tiempos, para las diferentes actividades, etc.

18. SANTA CRUZ Y ESPEJO, Francisco Xavier Eugenio de. Primicias de la cultura de Quito. Quito:
Casa de la Cultura Ecuatoriana (edición digital), 1792. p. 11.
19. Ibíd., p. 119.
20. Ibíd., p. 120.
21. RODRÍGUEZ, Simón. Escritos de Simón Rodríguez. Caracas: Imp. Nacional (Comp. Pedro Grases),
1954. pp. 6-7.

Fueron diversos los intereses de los pobladores neogranadinos en cuanto a la implantación de escuelas. Se conoce el caso de los vecinos de Chiquinquirá, población mestiza de la Provincia de Tunja, cuando en 1787, clamaban por la apertura de una escuela, pero para niños blancos23. En cambio, hacia
1789 se destaca la figura de don Felipe de Salgar, cura de San Juan de Girón, proponente de un extenso plan, con cuarenta y cuatro artículos, y un tipo de enseñanza que ya puede entenderse como la creación de una Escuela Pública; se trata, dice, de “crear escuelas públicas de primeras letras a que concurriesen los muchachos de todas las condiciones”. Y continúa:

“Igualmente deben ser admitidos los niños de todas las clases; pues mi
ánimo es, y mis votos conspiran generalmente por la utilidad de todos
los que componen el lugar sin distinción de rico, ni pobre, de noble
o plebeyos, debiéndose encaminar el celo de los magistrados más en
beneficio de estos últimos” … aunque se deben separar… “de este modo
se irán acostumbrando los niños blancos a mirar bajo perspectiva que
conviene a los otros hombres de clase inferior”24.

Sin embargo, esto de cobijar la población mestiza e indígena obviamente no significaba que fuera una educación popular o plenamente democrática.
El caso es que, en Girón, el Cabildo sí estuvo de acuerdo con que los costos los hiciera el “Estado” y, en este sentido, el concepto de educación pública del Cabildo “no era que esta fuera gratuita, sino intervenida por el Estado, o en caso tal que se igualara pública con gratuita, los costos deberían estar
a cargo del Superior Gobierno”25.
Para dejar claro cómo las autoridades gubernamentales asumieron la empresa pedagógica, se debe resaltar el especial esfuerzo que el Virrey Espeleta quiso darle a la educación cuando, en 1790, expidió un decreto en el cual determinó lo siguiente:

“Líbrense órdenes con inserción de este decreto a todos los Cabildos
para que donde no hubiere Escuela Pública, se promueva su establecimiento…
para que donde lo hubiere se formalicen de modo que los muchachos logren 
en lo sucesivo con la instrucción, la perfecta educación”26.

22. Ibíd., p. 17.
23. SILVA, Renán. Los ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808: genealogía de una comunidad de
interpretación. Medellín: EAFIT, 2002. p. 613.
24. MARTÍNEZ BOOM, Dos estudios sobre educación en la Colonia, Op. cit. p. 66.
25. Ibíd., p. 69,

Con estas ideas, se recibe el siglo XIX y se empiezan a conocer públicamente aportes de particulares que hacían énfasis en la necesidad de un tipo de educación pública, en el cual hubiera mayor apoyo del Estado.
Por ejemplo, Nicolás Cuervo, residenciado en Santa Fe, presentó en 1805 una propuesta para crear escuelas en los barrios santafereños, planteando como buena “educación y política” las escuelas públicas, en donde “con aplicación y buen ejemplo se enseñe a los niños la doctrina cristiana, a leer,
escribir y contar”27.
A partir del 28 de febrero de 1808, aparece, en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, dirigido por Francisco José de Caldas, en los Nos. 9 a 15, un texto titulado Discurso sobre la educación, firmado por el Amigo de los niños, cuyos apartados “Reflexiones sobre la educación pública”, y “Plan de una escuela patriótica”, así como las conclusiones se publicaron por entregas28.
Se habla allí de la necesidad de fundar escuelas de contenidos más científicos, se señalan los diversos aspectos que deberían constituir estas nuevas instituciones: la característica de pública y gratuita, del edificio, de los contenidos cobijados por la ética, la honra y otros valores cristianos, los premios y castigos, las calidades del maestro, los métodos de enseñanza, los nombramientos de directores, y hasta incluye unas Canciones de educación. Y el 15 y 22 de mayo de ese mismo año se daba a conocer, en los números 20 y 21 del Semanario, mediante aviso, como el Virrey había aceptado la propuesta para erigir las escuelas patrióticas de acuerdo a lo expuesto públicamente por El amigo de los niños.
En esta primera década del siglo XIX, la educación entra en el debate público. La importancia otorgada a la educación del pueblo provenía seguramente del impulso recibido en España, especialmente con las ideas de Rodríguez Campomanes, difundidas a través de sus Discursos. Es a todas luces un interés por darle a la educación una destinación y una función popular, que revertiera en el desarrollo económico y social de las colonias.
También Francisco Antonio Zea publicó, en el Papel Periódico, una crítica a la educación. En uno de sus apartes consigna: “El artista, el labrador, el artesano jamás podrán abandonar su situación “si los depositarios de los conocimientos humanos y de los progresos del entendimiento” no concurren
en su ayuda…”29.

26. Ibíd., p 70.
27. Ibíd., p. 103.
28. La autoría de este ensayo y proyecto sobre las escuelas patrióticas hasta ahora había sido atribuida
al sabio Caldas. Sin embargo ya el historiador Martínez aclara, como puede corroborarse revisando
los originales de la publicación, que fue su autor Diego Martín Tanco, Cf. MARTÍNEZ BOOM,
Alberto. La educación en el Nuevo Reino de Granada. En: Historia de la educación en España y
América. Madrid: SM. T. III, (1994); p. 188.

3. El Discurso de Rodríguez Campomanes y su difusión

Para comprender el impacto que en la Nueva Granada tienen los avances educativos propuestos en la Península, recordemos cómo, tres décadas antes, en el año 1775, en España salió a la luz pública el Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, de Pedro Rodríguez de Campomanes en el cual se establecían pautas para un programa pedagógico dedicado a los artesanos, con el propósito de recuperar la economía del reino.
El Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento tiene repercusiones muy pronto en las colonias americanas. En la Nueva Granada, se replican sus indicaciones en la “Instrucción general para los gremios”, cuyo autor parece haber sido Francisco Robledo, dada a conocer en el año 1777 en el gobierno del Virrey Manuel Antonio Flórez, basada obviamente en la “Instrucción de gremios” enviada desde España ese mismo año y que tenía su raíz en las propuestas de Rodríguez Campomanes de 1774.
En El Discurso sobre el fomento de la industria popular divulga sus reflexiones sobre educación de los artesanos, una iniciativa en el orden, la cristiandad, y el respeto a lo instituido. Partidario de la educación desde la más temprana edad, piensa Rodríguez de Campomanes que los artesanos deben someterse al ordenamiento general y se muestra inclinado porque las ordenanzas gremiales no sean claras sobre estos principios; por ello afirma: “Tienen necesidad los cuerpos de oficios, ó gremios de artesanos, de una educación y enseñanza particular: respectiva a cada arte y al porte correspondiente al oficio que exercen”30. Plantea la educación como una necesidad, a pesar de que los mismos artesanos no la pidan por cuanto: “Esta educación técnica, y moral suele ser defectuosa, y descuidada entre 
nuestros artesanos: persuadiéndose no pocos, de que un menestral no necesita educación popular”31.
En cuanto al proceso pedagógico, destaca el primer periodo, al cual denominó Periodo de aprendizaje, en el cual se trabajaba para la propia instrucción. En esta etapa habría un tiempo determinado de ciclos y grados; los aprendices no pueden ser tratados como sirvientes o criados de sus maestros y tampoco distraerse en otras actividades. No podrían ser sacados durante el tiempo de aprendizaje por sus padres o tutores e insistía en que había necesidad de darles premios32.

29. SILVA, Renán y MARTÍNEZ BOOM, Alberto. Dos estudios sobre educación en la Colonia. Bogotá:
Universidad Pedagógica Nacional, 1984. pp. 247-248.
30. RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro. Discurso sobre el fomento de la industria popular. Introducción,
2. Madrid: Imprenta de Sancha, 1764.
31. Ibíd., p. 3.

Rodríguez de Campomanes, consciente de que en buena parte los oficios se aprendían por tradición de padre a hijo, reparó en las posibilidades que brindaría un método y unas técnicas de enseñanza diferentes. Señala la necesidad de corregir al maestro, pues éste carece de reglas y aprendió las más de las veces por pura imitación; propone recoger toda la documentación
existente en cuanto a la formación de maestros33.
El primer énfasis está dirigido a darle normatividad y legalidad al sistema de aprendizaje en el ámbito artesanal, así los muchachos entrarán con una escritura de aprendizaje (de la cual tendrán los padres o tutores una copia), es decir un contrato de los maestros donde se consigne claramente qué deben enseñar y el orden en que deben hacerlo y, por otra parte, se comprometen a mantenerse dentro de la policía gremial. Propone tener mucha vigilancia para que no se pierda el tiempo por parte de los aprendices, no mandándolos, por ejemplo, a las corridas de toros, etc. A los aprendices se impartirán “conocimientos cristianos, morales, y útiles, en que conviene instruir la juventud, dedicada á los oficios, y á las artes”; junto con estos preceptos, da gran importancia a materias como el dibujo y el diseño. Los exámenes para los maestros y también para los oficiales deben sujetarse a las leyes y a los reglamentos internos. Este examen se deberá ajustar a lo estipulado en la escritura, probando el aprendiz todo
aquello que escrituró. La seriedad de los aprendices dependerá en buena medida ya no del maestro sino de los oficiales. Los oficiales deben tener distribuidos entre sí los aprendices para, corregir sus faltas. Como en el aula de gramática, afirma, los más aventajados repasan a quienes no avanzan.
Los oficiales no pueden faltar ni estar ociosos para, no dar mal ejemplo. Respecto de la mala conducta, el maestro tendría que informar a los padres o a las autoridades. Así, “No se deben tolerar a aprendices, oficiales, y demás concurrentes juramentos, maldiciones, palabras indecentes, o lascivas, pullas, o tachas de defectos propios; gestos, ni acciones groseras, o feas en el taller, u obrador; ni en las demás partes donde concurrieres. De esta suerte saldrán bien morigerados aprendices y oficiales; y serán más
apreciados necesariamente de todo el pueblo los artesanos, por sus costumbres decorosas y honestas”34. Se enseña cómo vestir y ahorrar, así como la

32. Ibíd., pp. 88-90.
33. Ibíd., pp. 91-92.
34. Ibíd., p. 175.

preparación que deben tener los oficiales para recibirse de maestros, pasando el examen público. El susodicho examen se efectuaría en la casa del Ayuntamiento. Después de este examen, el maestro ya tiene libertad para poner tienda y obradores y puede trabajar con oficiales o sin ellos: “… es también digna de contenerse la demasiada, y muy excesiva aplicación, fuera de las horas regulares; y tampoco se ha de alargar más de lo posible al trabajo por codicia de los padres o maestros. De donde resulta la necesidad, de que los Magistrados se informen, oygan, y cuiden tanto de moderar las demasías, como las omisiones de los maestros…”35.
Rodríguez Campomanes, como ministro real, es observador de las normas y obediente a la justicia. Por lo anterior, espera lograr lo mismo mediante el proceso de enseñanza que sustenta. De esta manera, no ve con buenos ojos las asociaciones. Piensa que las organizaciones de oficiales producen falta de subordinación hacia los maestros e igualmente cree que no se deben tolerar asociaciones de aprendices.
Todos los gremios están sujetos a examen y para ello los ayuntamientos deben nombrar el veedor, quien es un inspector de los exámenes y a veces de los comportamientos en los talleres. En la legislación gremial sugiere algunas modificaciones, reglas que incluyen, por ejemplo, qué maderas puede trabajar el ebanista y cuáles el carpintero, cómo los barberos deben unirse a los peluqueros y alejarse de la cirugía, etc. Por último, otro aspecto interesante es el de la asignación de premios
tanto para hombres como para mujeres, los mismos que deberían costear los gremios.
Las repercusiones de la obra de Rodríguez Campomanes no se han estudiado detenidamente, por dos razones: primero, por el desconocimiento real de los alcances y estrategias que planteó el autor y, segundo, porque los resultados que pudo producir en las colonias como Nueva Granada Quito y
Venezuela fueron interrumpidos por los movimientos comuneros de fines del siglo XVIII y por la revolución de Independencia de las primeras décadas del siglo XIX. Dicha evaluación, entonces, está por hacerse. También existen otros factores importantes para tratar; entre ellos, la comparación que se puede hacer entre las propuestas locales y la del Discurso; inicialmente, con las reformas educativas planteadas por Moreno y Escandón y con la que sobre educación popular trató de instaurar Simón Rodríguez en las propuestas de Latacunga y Túquerres*.

35. Ibíd., p. 181.
* La propuesta de Simón Rodríguez “Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana”,
elaborada a su paso por Túquerres, fue divulgada en el periódico bogotano el Neo-Granadino; se
incluyó en la edición de las obras del maestro, hecha en Caracas en 1954.

Al llegar el siglo XIX, en la Nueva Granada como en los países vecinos, eran muy pocas las personas que sabían leer y escribir; en todas las provincias existía escasez de escuelas. En el Discurso sobre la educación, publicado en el Semanario de Caldas, se manifiesta cómo a pesar de que se tiene entendido que para lograr los fines que persiguen los gobiernos existe la necesidad de una educación pública y gratuita, sabia y sostenida, hay una innegable escasez de este tipo de establecimientos. De otro lado, por
cuanto en la capital había solamente una escuela gratuita de primeras letras, resaltaba: “habiéndose multiplicado tanto la población, de veinte y cinco años a esta parte, no puede alcanzar aquella á repartir á todos los pobres el beneficio de la educación, ni dejar de estar demasiado recargada para un solo maestro, con los muchos que concurren (aun de los pudientes), para que no pueda ser bien dirigida la enseñanza. De aquí resulta que teniendo Santa Fe una población de treinta mil habitantes, puede decirse con verdad que la educación primera es nula para la mayor parte, y defectuosa para la restante; esto es, para aquella menor que depende únicamente del cuidado de los padres pudientes”36.

4. Surgen las ideas educativas de Simón Rodríguez

Este es el marco histórico precedente de los programas del maestro Simón Rodríguez, que en 1794, a los tres años de haberse graduado de maestro, presentó una propuesta de reforma a la educación que se impartía en Caracas, a través de un documento intitulado “Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento”, en el cual trasluce ya su manera sui géneris de entender la educación y su interés político social que imbricará su pensamiento en los proyectos que pretendió desarrollar en Colombia, Ecuador y Bolivia a pocos años de lograda su Independencia. Simón Rodríguez señaló la jerarquización de la educación y, por eso, propuso una formación para las clases desfavorecidas, teniendo en cuenta las artesanías como ámbito académico. Rodríguez, si bien mantenía cierta jerarquización, la formulaba con el propósito de lograr unos objetivos más generales de desarrollo de los pueblos, en cuyo proceso las élites seguirían gobernando y los pobres trabajando. Antes de presentar el aporte de Simón Rodríguez, conozcamos algo de sus datos biográficos. En 1791 trabajaba como amanuense con el abuelo de Bolívar, don Feliciano Palacios. En 1792, el Sr. Palacios pidió a su hijo Esteban, residente en Madrid, la compra de unos libros para él, de cuyos contenidos el maestro debió nutrirse lo suficiente, pues se trataba de bibliografía española relativamente reciente. Igualmente, se sabe que, en marzo de 1794, el Cabildo de Caracas le entregó para su estudio una lista de libros remitidos desde Santa Cruz de Tenerife por el Protector de las escuelas de Canarias; entre ellos estaban Reflexiones sobre la verdadera arte de escribir, de Servidori (1789), Compendio del arte de escribir (1793) y Discurso sobre la necesidad de mejora de las escuelas de primeras letras (1790) de Anduaga, y Prevenciones dirigidas a los maestros de primeras letras (1788), los cuales él ya conocía37.

36. TANCO, Diego Martín. Discurso sobre la educación. En: CALDAS, Francisco José. Semanario del Nuevo Reino de Granada. Paris: Lasserre, (1849), [1808]. p. 56.

En octubre de 1795, está “dos meses y medio” con el niño Simón Bolívar. (En 1824, en carta desde Pativilca, el Libertador reconoce que Rodríguez fue quien lo formó). En 1797 se une al movimiento del pedagogo Juan Bautista Picornell, que desarrolla, junto a Manuel Gual y José María España, un movimiento preindependentista. Este movimiento fracasó y Simón Rodríguez decidió viajar a Jamaica.
A finales de 1800, estuvo en Estados Unidos y luego visitó Londres, donde conoció a Francisco de Miranda, pero en el año 1801 lo encontramos en Francia organizando sendas escuelas en Bayona y París, dictando inglés y español como segundas lenguas. Estando en París, tuvo un reencuentro
con Bolívar, a quien acompañó en viaje por Italia. En Milán presenciaron la coronación de Napoleón como rey de Italia. Después de visitar Roma, al parecer estuvo con Wilhelm Humboldt*, con cuyas ideas encontramos muchas relaciones. Mientras Bolívar regresa a Caracas, él continuó su tránsito
por varios países: Alemania, Prusia, Polonia y Rusia, en la cual también fundó una escuela de primeras letras.

37. RUIZ, Gustavo Adolfo. Simón Rodríguez maestro de escuela de primeras letras. Caracas: Academia
Nacional de Historia, 1990. pp. 141-146.
* En Alemania, Wilhelm Humboldt, ferviente seguidor de Mirabeau, quien defendía la autonomía
de la educación y cómo la misma, aunque pública, debía permanecer al margen de los intereses
del Estado y de otros estamentos. Escribió, en 1793, Teoría de la educación del hombre, sin ser
partidario de una educación individualista a priori, sino que ella debía ser integrada a la organización
del mundo, partícipe de dicha organización y socialización.
También se preocupó por hacer reformas atendiendo las ideas de Pestalozzi; aunque al principio
no había recibido con agrado su pedagogía, finalmente aprobó esta innovación y, junto con Nicolovius
y Süvern, impulsó la reforma del sistema educativo en su país.
Fue partidario de las escuelas elementales populares en tanto las concebía como la base para poder
llevar educación más especializada a todos y por ello expuso cómo los pobres también podían
formarse humanísticamente. Humboldt enfatizó en la necesidad de generalizar la educación primaria,
toda vez que sobre ella se debía construir un sistema único, que no logró implantarse sino
hasta mediados del siglo XX.
Las propuestas humanistas de Humboldt resultan de interés para comparar y diferenciar plenamente
los proyectos de Rodríguez Campomanes y de Simón Rodríguez, que, en diferentes tiempos
y contextos, propondrán una educación popular con fines más políticos y sociales.

En 1824, regresó a América y se dirige a Santa Fe, con intenciones de esperar para encontrarse con el Liberador. Mientras tanto, funda en Bogotáuna escuela taller de artes y oficios para los niños pobres, la cual no alcanzóel éxito que esperaba.
Por estas razones y porque desea ir en busca de su antiguo pupilo, se encamina hacia el Perú, país donde el Libertador lo recibe y lo nombra como colaborador. Más tarde, en 1825 le hace un nombramiento en Bolivia, encargándolo del nuevo programa educativo. Así se establece en Chuquisaca hasta 1826, trabajando bajo órdenes del Mariscal Sucre, pero al poco de haber iniciado su proyecto, y por falta de comprensión de su proyecto, el mariscal le retira el apoyo, hecho ante el cual Rodríguez renuncia y se
retira a Oruro.
En dicha situación, publicó Sociedades Americanas en 1828 y en 1830 una defensa de Bolívar. Luego, estando en Chile fundó una escuela y publicó Luces y virtudes sociales, posteriormente pasa a Quito y Latacunga; en esta última enseñó en el colegio San Vicente. Arriba a Túquerres, de cuya estadía
muy poca documentación se conoce. En los años de permanencia en esta última población publica Consejos de amigo dados al Colegio de Latacunga, y, en el periódico El Neogranadino, el Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana.
En 1853 visitó a Manuela Sáenz, en Paita. También fundó una escuela de barrio a la vez fábrica de velas. En la puerta colocó el letrero “Luces y virtudes americanas, esto es, Velas de cebo, paciencia, jabón, resignación, cola fuerte, amor al trabajo.” Murió en San Nicolás de Amotape, en el Perú,
en febrero de 1854, a los 83 años.
En sus ideas educativas estuvo siempre la constante de ofrecer educación al pueblo, con el ánimo de formar ciudadanos participantes efectivamente en la construcción de las naciones recién libertadas; era la educación que él llamaba popular.
Fue Simón Rodríguez un tenaz crítico del método lancasteriano*, ampliamente aceptado en la Gran Colombia; sin duda, esta fue una de las principales causas para no alcanzar la acogida y el apoyo necesarios para sacar adelante su proyecto educativo, llevándolo al fracaso. Decía, no sin razón, que Lancaster había inventado el método para hacer aprender la Biblia, y que en la escuela no se trataba de que los alumnos enseñen, sino que aprendan, pues iban allí a eso, no a ayudar a enseñar38.

* Se debe recordar cómo la escuela lancasteriana tuvo una amplia recepción en América y que en La
Gran Colombia, Bolívar y Santander definieron su implantación promulgando leyes y promoviendo
los estudios de primeras letras bajo este sistema, aplicado ya en otros países, como, por ejemplo,
en Concepción, Uruguay, donde, con apoyo de Artigas funcionó una escuela lancasteriana en
1817, y en Buenos Aires, James Thompson implantó las propias en 1819.

Él proponía una educación “práctica”; es decir, que se enseñaran los oficios más necesarios. Desde mayo de 1794, cuando escribe “Los defectos que vician las escuelas de primeras letras en Caracas y medio para lograr su reforma por un nuevo establecimiento”, proponía una educación igualitaria
para todas las razas, aunque en el orden, al interior de la escuela, las colocaba separadas.
Una constante, como componente y metodología de su forma de educar, fue siempre la enseñanza de artes y oficios; para los varones: albañilería, carpintería y herrería; y a las mujeres: las propias de su sexo. En Luces y virtudes sociales, señala que la educación debe ser para todo el pueblo y financiarla el Estado.
De Simón Rodríguez debe destacarse, asimismo, la importancia que dio a la publicación de sus escritos, como una manera de hacer pública su forma de pensar y además, dejar ese legado al pueblo. A pesar de las vicisitudes por las cuales atravesó hizo esfuerzos por llevar a la imprenta sus obras, y así en 1828 empieza a publicar sus trabajos.
Escribe de una manera sui generis, reuniendo elementos de filosofía, su ideario educativo, una posición política y una visión clara de la historia del continente. Si bien es un hombre liberal, prima en su obra una característica utopista, en el sentido aplicado por Thomas Moore, en tanto la utopía debía tener un topos, señalado como América, este nuevo mundo, donde se impulsaría la creación, la imaginación y la inventiva. Crear, ser originales, decía. Imaginar cosas, tener ideas e inventar para hacer realidad.
Rodríguez influyó mucho en el pensamiento de Bolívar, quien, a través de la Constitución, trata de crear un nuevo ciudadano; así, propuso en la Constitución de Bolivia un cuarto poder, para el cual debía necesariamente de educarse al pueblo. Simón Rodríguez cree que la transformación del pensamiento
del pueblo se logra mediante la que él denomina, desde entonces, “Educación Popular”*.
De esta manera, debemos entender cómo la escuela es el medio mediante el cual el Estado provee de las condiciones y los conocimientos propios para que los niños se conviertan en ciudadanos liberales y autónomos. Sin embargo, el proyecto de Rodríguez, de educación popular para los bolivianos, prevista en la Constitución de 1826, no tuvo el eco esperado y quizá la metodología aplicada por el maestro Simón Rodríguez, o sus desencuentros con A. José de Sucre, pararon su marcha.

38. RODRÍGUEZ, Simón. Consejos de amigo dados al Colejio de Latacunga. Op. cit., p. 164.
* Desde 1819, en el Congreso de Angostura, Simón Bolívar resaltaba la importancia de la educación
popular, invocando para el cuidado primordial del Congreso.

En la propuesta que Simón Rodríguez quiso adelantar en Bolivia, se dio énfasis a las áreas del conocimiento desde la originalidad, raigalidad y ética, valores que él siempre defendió como claves para cambiar al hombre americano. Además de preparar al nuevo ciudadano en materias del
pensamiento, se le debía formar para el trabajo, y ahí proponía enseñar los oficios “útiles”. La propuesta de Rodríguez estaba encaminada a formar un hombre más liberal y autónomo, quizá por cuanto él conoció bien a los artesanos y sus diversas razones, entre las cuales están la autonomía que les da su trabajo, guardan esa misma “independencia” cuando se trata de tomar partido; es decir, podrían ser unos verdaderos ciudadanos, podrían decidir y así cumplirían con lo estipulado en los requisitos constitucionales para ejercer el voto.

Valga recalcar, en este punto, cómo la preocupación de Bolívar por la educación popular o “educación del pueblo”, se la debe a Simón Rodríguez, aunque no se lograra en Bolivia y mucho menos en los otros países grancolombianos. El plan educativo que Rodríguez inició en Bolivia solamente duró seis meses, después de los cuales, y ante la presión ejercida por los allegados de Sucre, el maestro renunció.

Poco se sabe de las técnicas e instrumentos pedagógicos de la educación que Rodríguez impartió en Bolivia, pero están consignados parcialmente, como proyecto de educación social y popular, inicialmente en un pequeño texto, el “Pródromo” de su obra Sociedades Americanas, que publicó en
Arequipa hacia 1828, e igualmente al final del Tratado sobre las luces y sobre las virtudes sociales editado en Valparaíso en 1834, en el cual anuncia un texto más amplio, que incluiría los elementos y métodos de su reforma y que ilustra, en ensayos posteriores, especialmente en el dedicado a uno de sus
amigos en Latacunga, y uno breve que terminó en la población de Túquerres, denominado: Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana, donde presenta una síntesis de sus ideas, que incluye con preponderancia la existencia de originalidad, educación popular y actuación política*; por ello revaloraba la revolución política que debería ir acompañada de una económica para, de esa manera, poder cristalizar los ideales del pueblo.

* La inter-relación que plantea Rodríguez entre educación y política es de suma trascendencia y
sobre ella hay que señalar cómo la preveía en tanto requisito para que los pueblos emancipados
pudieran alcanzar la madurez político-económica y una verdadera conciencia liberal. Sin duda, su
pensamiento influyó directamente en las ideas de Bolívar ya en Angostura, pero particularmente
cuando éste impulsó un nuevo sistema educativo y la creación de un Cuarto Poder, en el proyecto
de Constitución para Bolivia.


Esta concepción debió consolidarse desde su experiencia en Bolivia. Fundamentalmente, intentó ofrecer la posibilidad, mediante la educación, de crear un ciudadano para una nueva Constitución política, para lo cual se hacía menester contar con los recursos que sólo el Estado puede ofrecer y que, al estar supeditados a la aprobación oficial, le quitaron toda autonomía a su proyecto. Por ello en 1849, además de las condiciones sociales y políticas, considera las económicas como condición paralela en el desarrollo de la educación estatal.
En el Extracto, se detiene en aspectos más profundos; plantea cómo la educación puede actuar sobre el ethos popular; en un esquema cíclico, expone que la autoridad se forma en la educación y se desarrolla en las costumbres y luego retorna a la educación, pero cuando esa educación es social produce, no una autoridad personal, sino una autoridad pública.
Su énfasis liberal y antimonárquico se expresa en su propuesta de enseñanza popular; de ahí la radical importancia que da al trabajo, porque del trabajo se desprenderían los demás valores, y como este aprecio por la escuela dependería de los maestros, creía que era prioridad formar maestros,
antes que abrir escuelas.
En Consejos de Amigo, señala preceptos sociales como el objeto principal de la educación; por ello, su definición de Escuela se resume en esta frase:
“El objeto de la instrucción es la SOCIABILIDAD i el… de la Sociabilidad es hacer menos penosa la vida”39. Desde su perspectiva, la educación pública debía ser exclusivamente social, pues consideraba equivalente lo público con lo social.
En cuanto a los componentes particulares de su programa, es interesante ver cómo, en vez de latín, proponía junto al castellano la enseñanza de la lengua quichua, pues no era posible que viviéramos hacia los indios sin entenderlos, manifestaba. Y en cuanto a la parte de artes y oficios, proponía,
para el caso de Latacunga, el establecimiento de al menos dos fábricas, una de loza y otra de vidrio y la preparación en los oficios más comunes, lo cual él llamaba Maestranza: albañilería, carpintería y herrería.
Todo este plan y estas estrategias educativas no tenían sino el interés de hacer frente a la colonización, porque tenía muy claro cómo se había producido y cuáles eran sus resultados y cómo, si no se cambiaba de sistema educativo, iba a continuar; por ello advertía con vehemencia la necesidad de dejar de imitar a Europa. Si no se produce el cambio hacia la Educación social y popular, preveía que las naciones recién libertadas no iban a madurar política y económicamente.

39. RODRÍGUEZ, Simón. Consejos de amigo dados al Colejio de Latacunga, Op. cit., p. 150.


CONCLUSIONES

Como hemos visto en el transcurso de los procesos educativos en la Nueva Granada, Quito y Venezuela, además de aplicarse los sistemas coloniales, se realizaron varias propuestas o planes de reforma educativa, pero, sin duda, el proyecto más original lo generó Simón Rodríguez a su regreso a América
Latina, después de un largo periplo por Europa. La puesta en marcha de su obra se inició con la creación de un establecimiento educativo en Santa Fe, avanzó en Chuquisaca y culmina con las experiencias de Valparaíso y Latacunga. Sobre ellas, vale destacar, publicó algunos textos exponiendo la experiencia alcanzada desde la teoría, dejando claros sus desacuerdos con la educación importada y, en particular, con el método de la escuela lancasteriana, entre otras cosas.
Dicha obra no logró el impacto esperado en su momento histórico, por tratarse de un proyecto revolucionario de raíces ilustradas y, además, utopista, dirigido a la formación de ciudadanos liberales que se encargarían, con la instrucción recibida, de darle consistencia política y sociocultural a
los países apenas formados.
Las reformas y la metodología que proponía Rodríguez, ligadas estrechamente a un desarrollo de conocimientos a través del apego al trabajo y la formación de una conciencia social, partían de que se debía empezar a construir educación nueva para hombres de naciones nuevas, y en ella la connotación de lo popular se entendía como social y general, valorando la sociedad para establecer una nación trabajadora, eficiente, autónoma y contemporánea. Dio preponderancia al papel del Estado como fungidor de los procesos de enseñanza del pueblo, sin desestimar la necesidad de
vinculación de los demás actores sociales.
La intención de Rodríguez fue postular con preponderancia la misión social en la educación; de ahí la escogencia de los tipos de maestranza y de materias teóricas, porque consideraba que toda empresa humana debía tener ese fin social. Este concepto, junto con el de educación popular que
implementó, lo ubican como un educador de trascendencia y de gran vigencia en nuestro tiempo.
De otro lado, se puede anotar cómo, a pesar de que sus trabajos se publicaron en el siglo XIX y, durante el siglo XX, se hicieron varias ediciones críticas, aún no ha alcanzado la difusión y trascendencia que debiera en los estudios de Ciencias de la Educación e Historia de la Educación en Latinoamérica,
al interior de los cuales tendrán que destacarse más su filosofía de la educación y sus innovaciones pedagógicas.

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La educación social en Simón Rodríguez. RAFAEL ACOSTA SANABRIA

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